Si hay algo que recuerdo de mi niñez es como a veces cuando somos pequeños idealizamos personas.
En mi caso había idealizado a mi tío y a mi padre, los veía como las personas que algún día cuando creciera deseaba imitar.
Recuerdo que mi tío tenía un taller mecánico; yo de pequeño solía irlo ayudar a lijar las carrocería de vehículos que él pintaba y el me había prometido construir un Karting motorizado...En realidad estaba esperanzado de que un día terminará de construirlo ya que parte del mismo ya la podía ver colgada en una de las paredes del taller.
Nunca ese Karting terminó de construirse, pero al menos me mantuvo ilusionado durante un largo tiempo.
Las largas charlas que tenía con mi tío eran muy importantes para mí ya que él desde pequeño me trataba como si fuera un hombrecito, cosa que a mí en lo emocional me hacía mucho bien.
Con mi padre me sucede algo parecido; el era tractorista y subirme acompañarlo en el tractor mientras araba o sembraba algún campo era uno de los momentos más emocionantes de mi infancia.
Y más, si me permitía manejar el tractor por unas vueltas, cosa que sucedía casi todas las veces que lo acompañaba.
Ambos seres humanos para mí eran el ideal de persona, trabajadoras, honestas, agradable en el trato y sobre todas las cosas respetuosos.
Creo que a todos nos viene muy bien encontrar desde pequeños personas a las cuales uno le sienta tal admiración que desee ser como ellos, especialmente si tienen valores que puedan ayudarnos a ser personas valiosas en esta sociedad.
Nestor Salgado
Consejero Cristiano, escritor
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